La curiosidad como ventaja estratégica: aprendiendo de Da Vinci

Hay una frase atribuida a Einstein que siempre me ha fascinado: “No tengo talentos especiales. Solo soy apasionadamente curioso.” Y es que en un mundo donde lo técnico se copia, lo operativo se automatiza y lo táctico se enseña, la verdadera ventaja competitiva está en cómo pensamos, cómo conectamos ideas y cómo hacemos mejores preguntas. 

La curiosidad estratégica —esa capacidad de observar con ojos nuevos, de hacerse preguntas incómodas, de explorar sin mapa— se ha convertido en un activo clave para las empresas que quieren innovar, adaptarse y liderar. Y pocas figuras encarnan mejor esa actitud que Leonardo Da Vinci. 

Hoy quiero hablarte de cómo aplicar ese espíritu renacentista a tu empresa. Porque ser curioso, más que una actitud personal, puede convertirse en un modelo de gestión. 

curiosidad estrategica y Leonardo Da Vinci

¿Qué tenía Leonardo Da Vinci que podemos aplicar al mundo empresarial?

Leonardo Da Vinci no fue solo un artista. Fue ingeniero, anatomista, inventor, músico, científico, filósofo. Un explorador incansable de todas las dimensiones de la realidad. 

¿Y cuál era su gran motor? La curiosidad. 

Estaba obsesionado con entender cómo funcionaban las cosas: desde el vuelo de los pájaros hasta el movimiento del agua o el cuerpo humano. Pero no lo hacía desde el deber, sino desde una pasión genuina por saber. Y eso le permitió conectar disciplinas, anticiparse a su tiempo e inventar cosas que no existirían hasta siglos después. 

En la empresa, ese tipo de mirada marca la diferencia entre repetir lo que ya sabes… o descubrir nuevas formas de crear valor. 

Así es cómo entiendo la relación entre curiosidad estratégica y Leonardo Da Vinci.

La curiosidad como músculo estratégico

1. Cuestionar lo obvio

Una empresa curiosa no da nada por sentado. No acepta “esto siempre se ha hecho así”. Se permite dudar, reformular, poner en revisión lo que parecía incuestionable. 

¿Y si no fuera por aquí? ¿Qué pasa si invertimos el orden? ¿Qué haría un outsider? ¿Qué haríamos si no tuviéramos restricciones, sin limitaciones? ¿Con todo lo que sabes, si hoy nacieses como serias? Son preguntas simples… pero que abren caminos inesperados. 

2. Buscar conexiones improbables

Leonardo conectaba arte y ciencia, observación e intuición, detalle y sistema. Esa capacidad de saltar entre mundos le permitió crear como nadie. 

En la empresa ocurre igual. Muchas innovaciones no vienen de tu sector, sino de otros. La curiosidad te empuja a mirar fuera, a cruzar fronteras, a mezclar ideas. Es lo que convierte una mejora en una disrupción. 

3. Observar con profundidad

La curiosidad bien gestionada no es superficial. No es saltar de idea en idea sin foco. Es observar con paciencia, entrar en los detalles, explorar desde múltiples ángulos. 

Leonardo pasaba horas mirando cómo caía el agua. En tu empresa, eso puede traducirse en analizar con atención la experiencia del cliente, los comportamientos de los equipos, las conversaciones informales. Porque ahí están muchas veces las claves ocultas. 

Y además pasaba de la idea a la acción, a darle forma, a crear el sistema. Las ideas en si mismas de poco sirven sino se operativizan, se hacen reales, tangibles. 

curiosidad estratégica

¿Cómo fomentar la curiosidad estratégica en tu organización?

1. Elimina el miedo al error

No puedes pedirle a un equipo que sea curioso si penalizas el fallo. La curiosidad necesita seguridad psicológica, necesita espacio para explorar sin la amenaza de “equivocarse”. 

Una empresa que castiga el ensayo y error está matando su innovación antes de que empiece. 

2. Abre tiempo y espacios para pensar

La productividad mal entendida es enemiga de la curiosidad. Si todo el tiempo está lleno de tareas, reuniones y urgencias… ¿cuándo se supone que las personas van a explorar? 

Crear espacios para pensar, debatir, investigar, leer, probar… no es un lujo. Es una inversión estratégica. 

3. Promueve preguntas más que respuestas

Las organizaciones que más crecen no son las que tienen todas las respuestas, sino las que hacen mejores preguntas. ¿Por qué hacemos esto así? ¿Qué no estamos viendo? ¿Qué cambiaría si miramos desde otra óptica? 

Educar a los líderes para que pregunten antes de afirmar es un cambio de cultura… y una palanca de innovación.    

4. Deja espacio a la experimentación

Las ideas son el origen, pero es la acción las que les dan valor. Aterrizarlas permite aprender haciendo, a seguir creando, ha seguir aprendiendo. Somos kinestésicos, aprendemos haciendo, aprendemos equivocándonos. Y es en hacerlo pronto y barato donde esta la diferencia para crear valor. 

¿Y si el talento del futuro fuera la curiosidad?

Con la irrupción de la inteligencia artificial, la automatización y el acceso masivo a la información, muchas habilidades técnicas van a cambiar de valor. Pero hay una que seguirá siendo diferencial: la capacidad de pensar diferente, de explorar, de conectar, de anticiparse. 

La curiosidad no es solo una “soft skill”. Es una herramienta estratégica de primer nivel. Y debe cultivarse desde la dirección. 

Resumen y reflexión final

Estas son las ideas clave que, desde mi experiencia, pueden ayudarte a convertir la curiosidad estratégica en una ventaja real: 

  • La curiosidad permite romper inercias y explorar caminos no transitados. 
  • Preguntar bien es más potente que responder rápido. 
  • Crear una cultura curiosa requiere seguridad, tiempo y ejemplo desde arriba. 
  • Permitir la experimentación como base del aprendizaje continuo. 
  • El pensamiento transversal (como el de Da Vinci) es clave para innovar. 
  • Una empresa curiosa es una empresa viva, adaptable y difícil de imitar. 

En definitiva, ser curioso no es una pérdida de tiempo. Es la mejor manera de invertir en el futuro. Porque en un mundo que cambia tan rápido, los que saben explorar serán siempre los que lideren. 

Ser rebelde contra un axioma o verdad absoluta. Romper paradigmas incuestionables. Donde hay un dolor hay una oportunidad.

John Maxwell – Quote